Me juré a mí misma que no volvería a tener más perritos, después de tener que sacrificar a Negrita, una perrita que habíamos encontrado abandonada. Era un amor. Ya mayor, a los 14 años, le salió un cáncer en la boca. Primero la operamos, y duró un año, pero se le reprodujo el mal y tuve que llevarle al veterinario. Entré con ella y salí sola con la correa, el corazón encogido y llorando desconsoladamente.
Desde aquel día pasaron los años y me acostumbré a estar sin perro. También tenía menos obligaciones: no tenía que estar siempre limpiando. Hasta que un buen día, pasada la festividad de Reyes, mi hija se presenta con un cachorro Bulldog Francés. La verdad es que era una monada pero a mí se me vino el mundo encima.
Tuvimos una pelotera con mi hija, pues yo le dije que no quería perro y ella insistía que sí. Sabía que me tocaría otra vez recoger, pupis, cacas, vómitos, bueno, todo lo que con lleva tener un cachorro en la casa. Al final Lola se quedó.
Mi hija me prometió que la sacaría de paseo y correría con todos los gastos. Lo primero no fue así, pues a ella le salió un trabajo y tiene que viajar. A veces está hasta dos meses fuera de casa. Los gastos sí que los paga. Pero la que tiene que pasear a Lola soy yo. Y no sólo los paseos, llevarla al veterinario, más limpieza de la casa… pero al final ya me acostumbré. Al principio fue un poco duro y siempre se lo estaba echando en cara a mi hija. La perrita cogió una enfermedad en la piel, y tuvo que ser ingresada dos días al hospital veterinario de Bellaterra. Se curó (menos mal) después la tuvimos que operar y yo al pie del cañón, vigilándola, cuidándola.
Bueno, al fin mejoró y yo cada vez le tenía más cariño, es que ella se hace ¡querer! He hecho muchos amigos en el parque done la llevo a pasear, la paso bien. Cuando viene mi hija de viaje se ocupa de Lola aunque ya no puedo dejar de cuidarla.
Es curioso cómo forman parte de tu vida, te dan cariño, siempre tienen una caricia. Para los perros no existe el mal humor, ni las quejas: siempre cariño, y alegría. Si alguna vez se le escapa un pipi dentro de casa, se mete debajo de la mesa o de la cama y te mira con una cara de “perdóname se me ha escapado.” La riñes un poco, pero te dan ganas de llenarla de besos y caricias. En definitiva, me costó broncas con mi hija, pero ahora, no la cambiaría ni por todo el oro del mundo. Lola es mi amiga, mi compañera. Le cuento mis cosas y si estoy triste, ella se da cuenta y se pone a mi lado sin separarse de mí. Nos se puede explicar lo que llenan estos animalitos: estos y otros. Lola es una más de la familia.
La adoro.
A mi Lola.
Inma Vives, Barcelona
La Lola
parte 2
Inma a la derecha acompañada de su hermana
Escribir sobre Lola es muy bueno para mí. Es como una terapia, pues no hay nada negativo en ella, es un” encanto”. Cuando ve que estoy deprimida o me encuentro mal, ella se da cuenta, se acurruca a mi lado, me mira con esa carita de: “¿Qué te pasa? Yo te voy a ayudar,” y me llena de lametazos. Parece que no fuese nada, pero te da consuelo saber que tienes a alguien a tu lado que te da todo el amor del mundo. Yo hablo con ella. Le cuento que me pasa, como me siento y me sirve de desahogo. Algunas personas te dan desengaños, malas caras, te defraudan. Personas que piensas que van a estar ahí en los malos momentos, te abandonan como, por ejemplo, en el caso de una grave enfermedad o problemas con tus hijos. Hablo así porque a mí me pasó. Y siempre tuve el amor incondicional de mi perrita, que en aquel momento no era Lola, era Negrita, un cielo también.
A veces, la gente a modo de insulto dice: “Eres más desagradecido que un perro.” Eso no es cierto. Son los más agradecidos que hay. Te dan todo su amor sin pedir nada a cambio, sólo una caricia les basta. Mi padre siempre decía que la cultura de los pueblos se mide por el amor a los animales y es bien cierto. No entiendo como la gente puede abandonar o maltratar a un animalito indefenso. Para mí que son gente de mal fondo y sin sentimientos.
Esta redacción va para ti Lola, “mi carita de rape,” que es como yo la llamo. Y también a mis otros compañeros que han pasado por mi vida y la de mi familia dando todo su amor y alegría. Ellos son: Chiquita, Paparrona, Tim, Negrita, Kuca, Pupy, Pipo, Cluni y Lola.
¡Va por vosotros amigos!
Inma Vives, Barcelona
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